JAIME RODRÍGUEZ LAGUÍA
     
 

 

 

Biodiversidad

Consumo responsable y residuos

Uno de los informes publicados por el Instituto Worldwatch, el correspondiente al año 2004, advertía sobre el ritmo insostenible del apetito consumidor que existe en el mundo, y añadía que, de trasladar este modelo a los países en desarrollo, harían falta tres planetas para poder satisfacer las necesidades de consumo humano. El consumismo, consecuencia de una mayor riqueza y de la globalización económica, ha provocado no pocos problemas al mundo rico, impulsando enfermedades como la obesidad, y no ha resuelto los problemas de los más pobres. "El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta", destaca el informe.

El consumo desenfrenado que caracteriza al actual modelo de desarrollo puede traer consecuencias ambientales y sociales, pues se ha convertido en seña de identidad de muchos ciudadanos. Es cierto que el aumento del consumo ha permitido satisfacer las necesidades básicas de una población creciente y la creación de puestos de trabajo, todo ello, también hay que decirlo, en el mundo desarrollado, no en el que está tratando de desarrollarse. Pero desgraciadamente ha supuesto además la destrucción de los sistemas naturales de los que todos dependemos, también los que tratan de vivir en el mundo en desarrollo. Este consumo ya ha sobrepasado la intención de satisfacer las necesidades actuales y no ha tenido en cuenta las de generaciones futuras, es decir, hace tiempo dejó de ser un consumo sostenible.

No necesitamos tanto para ser felices, para vivir mejor o para tener unas relaciones sociales más satisfactorias. Nos hemos instalado en el cultura del exceso, a veces adquiriendo cosas que no necesitamos para impresionar a los demás, por pura vanidad, por placer, por narcisismo o porque sí. Este fenómeno aumenta en el mundo en desarrollo debido a la globalización. La pobreza continua de una mayoría y el consumo excesivo de una minoría son, según el informe del PNUMA 2000 (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), las dos principales causas de la degradación ambiental. Dicho con otras palabras, las principales consecuencias de la globalización económica son el aumento de las desigualdades sociales y una mayor degradación ambiental. A estas alturas, esto ya no es noticia y todos los especialistas están de acuerdo en este análisis. Pero la unanimidad ya no es total a la hora de evaluar hasta cuándo será sostenible la situación y qué medidas tomar.

Quienes ponen en práctica esta forma de capitalismo, entienden que solo es necesario liberalizar el comercio y los flujos de capitales, de tal manera que se pueda comerciar con ellos sin ningún control, en todo el mundo, que nadie pueda ponerles condiciones; privatizar porque afirman que todo lo público es poco eficiente, flexibilizar el mercado de trabajo, es decir, convertir a los trabajadores en un coste variable pudiendo contratarlos a los salarios que a la empresa le parezcan adecuados y despedirlos cuando les convenga; y finalmente, desregular, es decir, eliminar todas las regulaciones públicas de la vida económica y social para que ellos puedan establecer sus propias reglas. José Luis Sampedro (SAMPEDRO, 2002) señala que “el liberalismo económico insiste en que ni los gobiernos ni nadie debe entrometerse en esa libertad absoluta de movimientos para las operaciones en el mercado”, y explica el fenómeno de la globalización con estas palabras: la economía del sistema internacional moderno se mueve hoy en un clima dado por dos condicionantes: posibilidad prácticamente instantánea de comunicaciones y transferencias económicas, por una parte y, por otra, amplia liberalización de las operaciones privadas y ausencia de control sobre ellas, lo que transfiere un gran conjunto de decisiones económicas importantes desde el ámbito gubernamental con control democrático hacia el campo del poder privado liberado del control ciudadano.

Según la Red Andaluza de Consumo Responsable, Las repercusiones de esta situación mundial son:

* Aumento de la pobreza y de los conflictos bélicos.
* Concentración del poder económico y político en cada vez menos manos.
* Masivos movimientos migratorios de gente que intenta escapar de la indigencia en que están sumidos países enteros.
* Destrucción masiva del medioambiente para mantener el ritmo de crecimiento económico a costa de lo que sea.

Debemos dar por supuesto que problemas como la pobreza, el desempleo o la desigualdad ya existían antes de la globalización, pero tal vez el modelo actual ha contribuido a agravarlos. Tampoco se puede discutir que a mayor número de habitantes, mayor es la presión sobre los recursos naturales destinados a la supervivencia y producción de bienes de consumo, así como también será mayor el impacto sobre el entorno por los desechos generados en procesos industriales y de consumo individual.

Centrándonos en aspectos relativos al consumo, debemos considerar importante la inclusión en el Programa 21 de la Cumbre de Río de un capítulo sobre modalidades de consumo. Se trata de un documento consensuado y muy general, pero supone una base sobre la que trabajar. En él se reconocen las desigualdades de consumo y sus modos insostenibles, y además alienta la promoción de políticas y estrategias de carácter nacional. En este sentido, Arcadi Oliveres (Intermón, 2000) señala una situación paradójica, pero real: el precio de los productos que venden los países del Tercer Mundo está fijado por los respectivos mercados internacionales; sin embargo, el precio de los productos que compran viene fijado por las empresas que venden esos productos. Llegamos así a comprobar que todo lo que compran los países del Tercer Mundo es cada vez más caro, mientras que lo que venden es cada vez más barato. La conocida frase “deuda externa, deuda eterna” se perpetúa. Combatir esa deuda va más allá de hacerla desaparecer de un plumazo, si ello fuera posible; es necesario cambiar el sistema de relaciones comerciales y económicas internacionales. El presidente de Uganda, Ioweri Museveni (1), proponía el acceso a los mercados desarrollados como principal exigencia para el mundo subdesarrollado. La ayuda no sirve como motor de arranque. Ha fracasado en los últimos 40 años. La ayuda para el comercio debe ser el nuevo eslogan”, afirmó el presidente ugandés a principios de febrero de 2004 en el seno de una reunión sobre desarrollo celebrada por el Banco Mundial en Marraquesh (Marruecos).

Consideremos, por otro lado, que no todos los países tienen el mismo número de habitantes ni la misma tasa de crecimiento: los países “pobres” económicamente son “ricos” en población y con tasas de crecimiento en aumento, mientras que los países “ricos” económicamente tienen una baja tasa de crecimiento de población y en continua disminución. Por tanto, nuestro mundo es un paradigma de la diversidad, pero también de la desigualdad. Pensar en él como un lugar donde todos sus habitantes consuman recursos naturales de la misma manera que en las economías occidentales ricas produce temor a unos, mientras que otros ven el peligro en la explosión demográfica.

L. A. Aranguren (Intermón, 2000), que define la globalización económica como “el totalitarismo económico, político e intelectual que trata de conseguir por todos los medios que nos arrodillemos ante el supuesto gran triunfo del mercado”, dice que tiene como alternativa la llamada solidaridad glocal, conocida también como glocalización o glocalismo, “término que implica una exigencia, la de sumergirnos en un proceso dialéctico donde se conjuguen los procesos y experiencias locales —las de nuestro barrio, entorno, escuela, ciudad, país—, con los análisis globales”.

Pero, si admitimos que otra de las banderas ciudadanas es la responsabilidad, bien podemos admitir que es posible consumir con este criterio, esto es, se puede vivir sin dañar al mundo y a sus habitantes, sin provocar daños irreparables. Cada uno de nosotros somos consumidores y, en la proporción que nos corresponda deberemos actuar. Habrá que modificar ciertos valores inculcados por la sociedad de consumo y tender a otros nuevos que tengan que ver con la solidaridad, la igualdad y la conservación del entorno. De esta manera podremos alejarnos del consumismo desenfrenado para pasar al consumo responsable con las personas y el medio ambiente, un tipo de consumo que va bien para todos. La responsabilidad personal es una de las propuestas del Instituto Worldwatch, junto a la dedicación de más impuestos para reparar los daños al medio ambiente y normas para mejorar la calidad y perdurabilidad de los productos, para no alterar los posibles beneficios que proporciona un consumo moderado.

En la actualidad se están introduciendo poco a poco las diferentes ramificaciones del llamado “consumo verde”, “eco-consumo”, “consumo responsable con el medio ambiente”, “consumo ético” o “consumo justo”, que globalmente hacen alusión a la elección por parte de los consumidores de productos, bienes o servicios que en todo su ciclo vital produzcan el menor impacto ambiental posible; a la elección de productos que no supongan explotación o condiciones de trabajo indignas; y a la adopción de un estilo de vida más sencillo que propicie nuevos valores y nuevas formas de consumo.

Hagamos una breve escala en el consumo justo o consumo solidario o comercio justo. Los países del Norte dominan el comercio mundial. Por otra parte, las grandes empresas multinacionales controlan la mayor parte del comercio de materias primas y de las tierras reservadas para los cultivos de exportación. Esta situación permite que tanto los países industrializados como estas empresas impongan sus intereses en los mercados mundiales y en las instituciones internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización del Comercio Mundial, etc.). Según Intermón-Oxfam, los sistemas para controlar los mercados son múltiples: desde el gravamen con aranceles a los productos del Sur (para evitar la competencia) a la especulación con los precios de las cosechas. De esta manera se genera un intercambio desigual, en el que salen perdiendo las naciones que dependen de unos pocos productos de exportación y cuyo precio se establece fundamentalmente fuera de sus fronteras.

Por otro lado, los países pobres del Sur suelen ser terreno abonado para la implantación de industrias de los países ricos del Norte porque allí los trabajadores cobran mucho menos y plantean menos reivindicaciones sociales y laborales que los nuestros. En efecto, las condiciones salariales son las más bajas del mundo y la mayor parte de las veces no cubren las necesidades básicas. Además, no existe un horario límite y lo normal es que se tengan que hacer obligatoriamente horas extras.

La mayor parte de estos trabajadores son mujeres, pero también hay, por desgracia, muchos niños. En la actualidad, 200 millones de niños sufren las consecuencias de un trabajo esclavo en todo el mundo, con jornadas laborales de sol a sol y un salario injusto. Son los esclavos del siglo XXI: sin escuela, sin descanso, sin juego, sin futuro...

Nacido en 1969 en Holanda, el comercio justo se propone relacionar directamente a productores y consumidores evitando intermediarios, asegurándose siempre de que los productos se hayan elaborado sin explotar a nadie, unificando criterios laborales entre hombres y mujeres, no utilizando a niños en la producción y respetando al medio ambiente y el entorno social. Es precisa, además, una estructura de empresa solidaria y participativa. Los productos que cumplen estas condiciones son comercializados en tiendas especiales, conocidas como “tiendas solidarias”, que apoyan al comercio justo. Estas tiendas compran los productos directamente a los campesinos y artesanos del Tercer Mundo y parte de los beneficios sirven para financiar la fabricación de nuevos productos, para pagar un sueldo digno e igual para el hombre y la mujer que sea suficiente para vivir con dignidad o para subvencionar proyectos de desarrollo en estos países. Se trata, en definitiva, de conseguir un consumo responsable. Comprar, sí, pero sabiendo qué, a quién y por qué compramos.

La medida de lo que consumimos se encuentra en lo que somos capaces de almacenar en casa y, sobre todo, en lo que tiramos, la basura diaria que producimos y que contamina sin remedio el planeta. Cada día se generan miles de toneladas de residuos sólidos. En España, algo más del 5% de los residuos sólidos que producimos corresponden a residuos domésticos: unos 503 kilos anuales por persona, lo cual supone más de 25 millones de toneladas al año, de las que solo se recupera el 11,5%. El volumen de los vertidos arrojados a vertederos o incinerados alcanza a veces proporciones gigantescas. Si reuniésemos la basura tirada en un año por la Comunidad Europea, por ejemplo, formaríamos una montaña tan alta como el Moncayo. A este ritmo va a ser difícil encontrar espacio para depositarla. Debemos actuar con rapidez y reducir la cantidad de basura y la mejor manera de hacerlo es el reciclado y la reutilización, con las ventajas económicas y salubres que esto conlleva si existe una buena campaña de concienciación y recogida por parte de las autoridades municipales.

Sintomático de esta tendencia nuestra al despilfarro es que cerca del 40% de los desperdicios del hombre civilizado se componga de los envases de los productos que adquirimos, y que por ellos paguemos alrededor del 20% del presupuesto para la cesta de la compra. En este sentido cabe decir que la Directiva Europea 94/62/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre, relativa a envases y residuos de envases, obliga a “valorizar” (incineración y reciclaje) el 50% como mínimo y el 65% como máximo, en peso, de los residuos de envases. El Gobierno español transpuso esta Directiva mediante la Ley 11/1997, de 24 de abril, de Envases y Residuos de Envases. Esta Ley obliga a los envasadores y los comerciantes de productos envasados a cobrar a sus clientes, hasta el consumidor final, una cantidad por envase. Posteriormente deberán aceptar la devolución o retorno de aquellos envases puestos por ellos en el mercado, devolviendo la cantidad que previamente cobraron. El siguiente paso será la entrega de los envases usados, en condiciones adecuadas de separación por materiales, a un agente económico para su reutilización, a un recuperador, a un reciclador o a un valorizador autorizados. Esto se llevará a cabo mediante la implantación de los llamados puntos verdes. Todos los envases deberán ir marcados con la etiqueta que exprese si están incluidos en alguno de los sistemas integrados de gestión de residuos y si se deben retornar. Estos sistemas de gestión deben ser autorizados por el órgano competente de cada una de las comunidades autónomas donde se implanten. Queda prohibida la comercialización de envases etiquetados o marcados con la leyenda “no retornable” u otra de contenido similar.

¿Qué son los residuos? En este concepto se incluyen las basuras urbanas o municipales, los procedentes de la limpieza de las vías públicas, zonas verdes, áreas recreativas y playas, animales domésticos muertos, muebles, enseres y vehículos abandonados, así como escombros de obras menores en los domicilios. Existe una relación directamente proporcional entre la generación de residuos y la elevada capacidad de producción de nuestra sociedad consumista, es decir, a mayor producción, mayor cantidad de residuos, llegando a superar ésta a la primera. A esto hay que añadir el tiempo, demasiado elevado, que permanecen en el medio algunos residuos. Esto nos ha llevado a una situación en la que el problema de los residuos supone una de las mayores preocupaciones sociales de nuestro tiempo.

En España, la Ley de Residuos se aprobó con el objetivo de reducir al máximo la producción de basuras. Todos los residuos deben recogerse íntegramente: los orgánicos, para su utilización como abonos, y los demás, para su aprovechamiento energético o para su reciclado o reutilización; todo ello tras un proceso de recogida selectiva en los domicilios, fábricas, comercios... La Ley obliga a quienes producen residuos peligrosos a separarlos adecuadamente, envasarlos etiquetarlos y registrarlos de modo que las empresas encargadas de su gestión dispongan de la información necesaria para eliminarlos.

Si la situación es dramática con los residuos domésticos, lo es aún más con los procedentes de la industria. ¿Dónde van a para estas basuras? Unas veces, los países ricos, principales productores de desechos, los mandan a cualquier rincón de cualquier lejano país, generalmente del Tercer Mundo. Otras veces, las sustancias se tiran directamente al mar o se incineran a bordo de buques especiales. Es así como el Mediterráneo se ha ganado la triste fama de ser la cuenca marina más contaminada del mundo, aunque el Atlántico no se queda atrás (2).

Las consecuencias ecológicas derivadas del problema de los residuos van más allá del agotamiento de las materias primas y de las fuentes de energía parta obtenerlas. La situación afecta peligrosamente al propio funcionamiento de la biosfera, incapaz de reciclar por sí sola la gran cantidad de residuos que arrojamos.

La única alternativa a esta desastrosa situación consiste en depositar las basuras en vertederos rigurosa y permanentemente controlados en los propios países donde se producen. Es una solución cara, pero la más responsable. Sin embargo, las soluciones propuestas por los países contaminadores solo van dirigidas a limitar el vertido al medio de sustancias peligrosas, pero no dan respuesta a la disminución de materias primas y energía. Este problema parece secundario puesto que los países industrializados recurren a la importación de materias primas de los países en vías de desarrollo. En España la situación no es en absoluto halagüeña, ya que no existe una estrategia de gestión de los residuos basada en criterios ecológicos.

La basura se puede clasificar en cinco grandes grupos de productos:

1. Reciclables: se pueden convertir en nuevas materias con las que fabricar nuevos productos. Ahorran energía y ayudan a no destruir la naturaleza.

2. No reciclables: una vez utilizado el producto, los restos se convierten en basura inutilizable. Ocupan espacio y requieren un gasto considerable para ser destruidos.

3. Biodegradables: son los residuos que se descomponen de forma natural, sin la intervención directa del hombre. Pasan a formar parte, con el tiempo, de la cadena natural.

4. Contaminantes y peligrosos: productos con componentes tóxicos, inflamables o corrosivos que pueden causar al ser humano, a los animales y al medio ambiente lesiones graves.

5. Mixtos: están fabricados con distintos tipos de materiales, normalmente con una estructura compleja, y, por tanto, es mucho más difícil y caro su posterior aprovechamiento

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Los últimos datos sobre composición de basuras son de 1999.

 

 

Lamentablemente, en ocasiones solo admitimos que la basura es un problema en tanto que vemos residuos y contenedores en nuestro entorno más próximo que incluso pueden ser un estorbo. Pero cuando pasa el camión de recogida, el problema desaparece, deja de existir porque ya no vemos basura. Como diría algún sabio, "teníamos un problema y lo hemos resuelto". Ni siquiera alcanzamos a preguntarnos qué será de esos residuos tras su recogida. Lo que se haga con ellos (incineración, depósito en vertederos o reciclado) sigue siendo un problema que se encuentra más o menos cerca de nosotros, aunque ahora ya no está a la vista de todos. Se trata, como vemos, de una idea condicionada por la percepción del entorno inmediato, pero, en todo caso, es una idea errónea que debemos reconocer y corregir.

En España algo más de la mitad de los residuos sólidos urbanos van a parar a un vertedero controlado, es decir, un terreno más o menos apartado de la población que se impermeabiliza para evitar el filtrado de los productos procedentes de la basura. Esta operación se realiza con arcilla o materiales plásticos. La basura se extiende diariamente en capas que se cubren a su vez de una capa de tierra. También esta técnica ha evolucionado y, en muchos vertederos, en lugar de depositar la basura sin más, se compacta previamente o se tritura, lo que ha permitido reducir el volumen de los vertidos y controlar en gran medida los principales problemas ambientales causados por este método, como son los contaminantes líquidos o lixiviados y gaseosos (metano y malos olores).

Los lixiviados son líquidos que proceden de la putrefacción de la materia orgánica mezclada con el agua. Por sí solos no contaminan, pero unido a materiales como pilas, plaguicidas, pinturas o abrasivos de limpieza a los que ataca, corroe o disuelve, causa accidentes de magnitudes incontrolables. La mezcla con el tiempo acaba llegando a un río, al mar o, lo que es más peligroso aún, a los acuíferos subterráneos que abastecen a las poblaciones mediante las aguas de escorrentía y la filtración. Para controlarlos es preciso un subsuelo impermeable como la arcilla, o la instalación previa de un plástico de contención. Si estos líquidos y el gas metano que se produce por la fermentación de las basuras son eliminados convenientemente, los problemas dejan paso a las ventajas, ya que los terrenos del vertedero han sido enriquecidos con materia orgánica y pueden ser recuperados y reutilizados como zona verde, tanto agrícola como de recreo. Incluso estos lixiviados pueden recogerse y tratarse y los gases procedentes de la fermentación pueden quemarse para obtener energía.

Vemos, pues, que para conseguir un vertedero controlado no basta con poner poco más que una valla y un vigilante. Sin embargo, no todos los vertederos se hacen de forma controlada o cuando menos en lugares apropiados. En España, además, la mayoría de los vertederos legales nacieron en su día de forma incontrolada. Una cuarta parte de las basuras acaban en cualquier sitio, allí donde más fácil o económico resulta para el que los vierte, con lo que los problemas propios de los vertederos controlados se acentúan y no se solucionan. Cualquier ladera o camino es bueno para arrojar la basura. En las pequeñas poblaciones de España la costumbre consiste en arrojar las basuras al río, depositarlas junto a las carreteras o en el campo y quemarlas a la menor oportunidad. Algunos de los problemas que entrañan estos depósitos son la proliferación de insectos y roedores en sus proximidades, la contaminación del agua filtrada procedente de la lluvia y la contaminación del aire por la combustión de los desechos —los fuegos provocados o accidentales originan emisiones de dioxinas, ácido clorhídrico, CO2, metano, benceno, cloruro de vinilo y cloruro de metilo, entre otros—. Buena parte de las zonas declaradas peligrosas por contaminantes, lo han sido a causa del vertido incontrolado de basuras.

Más allá de la reducción del consumo, nuestra responsabilidad debe centrarse también en la reducción de residuos y su reciclado. Reciclar consiste en volver a utilizar los materiales y devolverlos al ciclo producción-consumo en lugar de tirarlos. En muchos grandes municipios podemos ver contenedores de distintos tamaños, formas y colores, cada uno para recoger materiales de diferentes tipos: basuras, vidrios, pilas, papel. Con esto lo que se consigue es separar los residuos sólidos, que luego serán enviados a las distintas plantas de reciclado. Este acto, el de separar los desperdicios, es algo que podemos iniciar desde nuestros propios hogares y ahorrar con ello la utilización de muchas materias primas. Es lo que se llama reciclaje parcial con recogida selectiva. Ya se viene desarrollando en países más adelantados y sensibles que nosotros a la protección del entorno ambiental, en que las basuras de la casa se depositan en varias bolsas: los residuos de la comida en una, el papel en otra, el vidrio en otra... Si se trata de materia orgánica, también vuelve al ciclo natural a través de abonos o compost, que son devueltos a la tierra con gran cantidad de nutrientes. De este modo, no es preciso consumir tantos recursos naturales como agua, bosques o petróleo, lo que supone un importante ahorro y, por tanto, negocio.

Reciclar es, en definitiva, economizar. Se trata de aprovechar los residuos y convertirlos en energía, con lo que se consigue que el impacto medioambiental disminuya. Una gestión adecuada de estos desechos contribuye en gran medida a que las basuras se conviertan en un recurso de futuro, dada la escasez de reservas y el poder de contaminación de las energías convencionales. Hemos de llegar al convencimiento personal de que cada cosa que desechamos puede ser el origen de un bien futuro.

También convendría poner en práctica otra actitud no menos saludable, que podríamos denominar “preciclado” y que significa no comprar cosas que luego no se pueden volver a utilizar, como envoltorios de plástico, por ejemplo. Si reciclamos y “preciclamos” producimos mucha menos basura y así contribuimos a mantener limpio nuestro planeta. Preciclar, pues, consiste en reducir la producción de residuos y reutilizar aquellos productos y envases cuya calidad lo permita y siempre con las precauciones necesarias. Todo ello mediante una actitud auténticamente ecológica: rechazar los productos sobreempaquetados, llevar nuestras propias bolsas a la compra diaria, seleccionar envases retornables, adquirir únicamente lo necesario, evitar los artículos de usar y tirar, etc.

Reducir, reciclar y reutilizar constituyen lo que se llama la regla de las tres “R”. Cabe, sin embargo, hacer una precisión de matices entre reciclar y reutilizar, y lo haremos con un ejemplo. Cuando separamos una hoja de papel y la incorporamos al proceso de fabricación de papel para obtener una hoja nueva estamos reciclando. Pero si tomamos esa hoja de papel y la volvemos a usar para hacer anotaciones o dibujos por detrás, estamos reutilizando.

Cambio climático

Consumo responsable y residuos

Contaminación

Crecimiento demográfico

Cultura del agua

Energías renovables

Reducción de la pobreza
Rincón del desarrollo sostenible
Página de inicio
 
 
 
 
   
 

“La Tierra es suficiente para todos, pero no para la voracidad de los consumidores.”

(Gandhi, 1869-1948)

 
 
 
 
   
 
Red Andaluza de Consumo Responsable,
con interesantes materiales didácticos
 
 
 
 
 
 
SETEM
Federación de ONG para el Desarrollo
SETEM es una federación de ONG de solidaridad internacional nacida en 1968 que centra su trabajo independiente en concienciar a nuestra sociedad de las desigualdades Norte-Sur, denunciar sus causas y promover transformaciones sociales, individuales y colectivas, para conseguir un mundo más justo y solidario. En las 10 ONG que la forman se pueden encontrar interesantes materiales didácticos.
 
 
 
Comercio Justo
 

 

 

 

 

RECICLAJE

Revista esPosible, Nº 9

 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
ConsumoResponsable.org
 
 
 
   
   
   
 

UNA CESTA DE LA COMPRA RESPONSABLE

Revista esPosible Nº 4

 
 
 

"Nada desaparece, todo va siempre a alguna parte."

(Barry Commoner, biólogo estadounidense)

   
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 

"No existe nada gratuito, el derroche se paga."

(Barry Commoner)

 
 
 
   
   
 
COMPRAR, TIRAR, COMPRAR
 
La mayoría de las empresas diseñan sus productos para que duren mucho menos de lo que podrían hacerlo para incentivar el consumo. De alguna forma, cada producto lleva ya prefijada su fecha de caducidad para maximizar beneficios y, supuestamente, crear empleo. Es lo que se conoce como obsolescencia programada, un concepto que se analiza rigurosamente en el documental emitido por la La2 de TVE el día 9 de enero de 2011. Pincha AQUÍ para verlo, es muy interesante.
 
 
 
 
 
 
 
 

“La tierra puede satisfacer todo aquello que el hombre necesita, pero no todo aquello que codicia.”

Ghandi
 
 
 
Ese mismo día el programa de Radio Nacional No es un día cualquiera dedicó su tertulia a este tema.
 
 
   
   
   
   
   
 

"Gastar lo que no puede reponerse puede obedecer a una exigencia de un estadio de civilización voraz, que a nosotros mismos, sus autores, nos ha sorprendido, pero terminar con aquello que nos es imprescindible y cuyo final pudo preverse, revela un índice de rapacidad y desidia que dicen muy poco de la escala de valores que rige en el mundo contemporáneo."

Miguel Delibes

La naturaleza amenazada (Discurso de entrada en la Real Academia Española, 1975)

 
 
 
 
 

“El hombre es el único ser viviente capaz de aprender que no tiene por qué ensuciar su propio nido más de lo necesario.”

(M. Bunge, 1989)

 
 
   
   
A veces la voluntad recicladora de los ciudadanos supera a la obligación "recogedora" de los responsables de hacerlo.
 
 
 
 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
 

“El error de los hombres es intentar alegrar su corazón por medio de las cosas, cuando lo que debemos hacer es alegrar las cosas con nuestro corazón.”

Anónimo sabio taoísta
 
 
 
 
 
 
   
   
   
   
 
 
Número 20
La gestión de residuos y su potencial para crear empleo
 
 
 
 
   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
EL ULTIMÁTUM EVOLUTIVO
 
Lecciones de un marciano
   

"Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco."

Epicuro

 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
 

“En las últimas dos generaciones, hemos consumido más que la totalidad de los seres humanos que vivieron desde el origen de la especie.”

Joaquín Araújo
La ecología contada con sencillez

 
 
 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
     
 

(1) El País, 17-02-2004

(2) En la Conferencia del Convenio de Barcelona para la protección del Mediterráneo, celebrada en junio de 1995, no se consiguió acabar con el vertido de sustancias tóxicas antes del 2005 como pretendía España por falta de apoyos. La resolución final de la Conferencia sólo habla de reducir vertidos, no de prohibir ni de porcentajes ni fechas de las reducciones.

     
     

PARA SABER MÁS...

•  GEORGE, Susan y WOLF, Martin: La globalización liberal. A favor y en contra, Anagrama, Barcelona, 2002

•  SAMPEDRO, José Luis: El mercado y la globalización, Destino, Barcelona, 2002

•  VV.AA.: El proceso de globalización mundial. Hacia la ciudadanía global, Intermón, Barcelona, 2000

•  VILCHES, Amparo y GIL, Daniel: Construyamos un futuro sostenible, Cambridge University Press, Madrid, 2003

     
NOTICIAS
   
El largo viaje de una manzana (El País- Suplemento Tierra, 12-04-2012)
 
Desperdicio masivo de alimentos (El País, 05-02-2012)
 
Europa desperdicia un tercio de los alimentos (El País, 20-01-2012)
 
Cualquier excusa es buena para una fiesta verde (El País-Suplemento Tierra, 04-01-2012)
 
"Tiramos fruta y verdura solo por motivos estéticos" (El País, 15-10-2011)
 
Alimentar tu propio huerto (El País-Suplemento Tierra, 15-05-2010)
 
¿Sabemos reciclar? (El País-Suplemento Tierra, 15-05-2010)
 
La basura, el nuevo combustible de California (Público, 28-02-2010)
 
El trueque del siglo XXI (El País Semanal, 21-02-2010)
 
La basura nos desborda. ¿La quemamos? (El País, 26-08-2008)